El último tramo de la escritura de '
Su muerte, gracias' está siendo bastante accidentado.
El hecho de tener menos
tiempo libre debido a estas tan polisémicamente dichosas
fiestas navideñas se ha aliado con la dificultad de tener que
entrelazar ahora todos los distintos hilos desplegados a lo largo del manuscrito para encaminar la historia hacia su
final, desembocando en un
bloqueo creativo bastante serio del que sólo he podido salir a golpe de tecla.
Y es que la mejor forma de
derribar un muro que te impide avanzar es golpeándolo con un ariete cuya contundencia sea directamente
proporcional a la molestia que suponga ese muro.
Eso es así, y siempre lo será
Así que, tecla a tecla, he conseguido hacer que al agua vuelva a
fluir por esas cañerías creativas que tan atascadas se me habían quedado por el poco uso y el aún menor abuso al que las estaba sometiendo últimamente. Y al hacerlo, oh sorpresa, he llegado a ver el
final de la primera etapa este camino que tanto tiempo llevo transitando.
Éste es el aspecto que tiene
la parte más presentable de mi
escritorio. Papel, boli, un ordenador de sobremesa con un fondo de pantalla que me recuerde que debería estar trabajando cada vez que los fantasmas de Internet hacen que mi atención vuele lejos del procesador de texto... y un
tablón magnético en el que cuelgo la
planificación de las siguientes escenas que voy a tener que escribir.
Las escenas las escribo en
desorden, dedicándome cada día a escribir la escena que tengo más clara dentro de mi cabeza y anotando en su correspondiente tarjeta un número identificativo del documento informático en el que podré encontrar el texto cuando empiece el
baile de escenas a lo largo del proceso de corrección.
Pero, sea como sea, el
tablón muestra las siguientes escenas que debería escribir para llegar a mi
destino.
Y en este caso, desde hace unos días, ese tablón no muestra sólo
las siguientes escenas que tendré que escribir, sino que muestra
todas las escenas que deberé escribir para dar por terminada esta primera versión larga de '
Su muerte, gracias', que es algo muy diferente.
Ahora mismo, de algún modo me
reconforta saber que
sólo me separan seis escenas del final de manuscrito.
Luego llegará el
descanso, la
corrección, la búsqueda de
editoriales, la búsqueda de
alternativas si pienso que el manuscrito merece ver la luz a pesar de las negativas de esas editoriales, el sopesar cuál sería el mejor modo de hacer llegar esta novela a sus potenciales
lectores, el pensar si merecería la pena
autoeditarse o no, el...
Pero todo eso llegará
después.
No perdamos la perspectiva, porque
todavía me separan seis escenas del final del manuscrito.
Y a veces ése puede ser un
camino muy
largo.